1998 · Isabel Tejeda

Textos para el catálogo sobre la exposición ‘Tajo/Tejo’ | Mãe d’Água · Lisboa

Un voluntario viaje por el Tajo

 

Tajo en la frontera II | 100 x 100 cm | óleo sobre tela

Mi abuelo materno era portugués. Su nombre era José, aunque le llamábamos cariñosamente «abuelito polo de limón». Venía, según decía, de la «campiña», un lugar sin nombre tras la frontera. Por Extremadura cruzó hace casi un siglo siguiendo el Tajo como guía de caminantes. En Extremadura, cerca de su campiña y de su Tajo, tejió sus raíces. He atravesado en varias ocasiones esa frontera a la búsqueda de la campiña, de un trozo de tierra que me aclarara la historia de los míos.

El Tajo es mucho más que un río para aquellos que tienen una pierna acá y otra allá. De la misma manera que actúan el resto de los ríos, el Miño y el Duero en el norte y el Guadiana en el sur, el Tajo comunica con mayor fluidez que los convenios o los pactos,1 simboliza la existencia de lazos entre los dos países peninsulares. El trabajo que presenta Saskia Moro en la sala lisboeta Mãe d’Água se centra precisamente en recorrer parte del viaje que los míos, al igual que otros muchos, ayer, hoy y siempre han realizado hacia uno y otro lado de esa frontera política.

Saskia Moro ha tenido una vida construida en torno a una maleta, una existencia parcelada por la presencia continua del viaje. Si bien en la actualidad vive en Madrid, sus coordenadas vitales la ligan por sus orígenes a Portugal y, más concretamente a Lisboa. Esta ha sido una magnífica razón por la cual Moro ha realizado este viaje en concreto y no cualquier otro.

embalse de Alcántara | 100 x 100 cm | óleo sobre tela

En Mãe d’Água se presentan más de cuarenta pinturas que sirven de paradigma de la travesía realizada por Saskia Moro desde el embalse de Alcántara en España hasta la desembocadura del Tajo en el Atlántico portugués; un itinerario pictórico que ha seguido a otro real y para el que la artista ha seleccionado los paisajes que más le atrajeron emocionalmente o que, desde un punto de vista más racional, ha considerado representativos. Se fusionan, de esta manera, la experiencia real del paisaje con la experiencia plástica.2

Los óleos de Mae d’Água no se limitan a ser una memoria descriptiva y narrativa del viaje, ya que no son historias ni anécdotas lo que la pintora cuenta; Moro habla de un viaje que metaforiza la vida, una travesía que tiene algo de camino iniciático, un proceso del que, inevitablemente, sales transformado.

La relación del viaje con el entorno natural, con el fluir del río en su atravesar y dar vida a los campos y, por qué no, a centrales térmicas, no sólo entiende el agua como origen de la vida sino que pone en evidencia la existencia de un final, de una no permanencia.

colores-02Una cámara de fotos y un cuaderno asistieron a Moro durante esta excursión. La máquina recogía los contornos, las particularidades y los detalles del mundo; en el cuaderno quedaron reflejados por la acuarela los colores básicos que ese paisaje contiene. Como David de Almeida refería hace un par de años, el trabajo posterior, ya en el estudio, de Moro «é fruto de um longo dialogar com os cadernos onde regista emoções ou da contemplação das caixas e tubinhos onde guarda pedras e algas, conchas e águas, recolhidos nos suas frequentes incursões pelo campo, pela montanha e pela praia.»3 Son, por tanto, piezas pintadas en el estudio a partir de retazos captados, de emociones recordadas; el proceso pictórico rememora la evolución del viaje, evolución que, de nuevo, se construye en la sala para que pueda ser seguida por el espectador.

Una de las cuestiones más interesantes de este trabajo último de Saskia Moro reside en que coaliga y hace convivir sin traumas la abstracción y la figuración. Pese a que todos los escenarios retratados por Moro manifiestan la huella humana y su habitar, para aquellos paisajes en los que la artista considera que esta actuación es agresiva se ha servido de un lenguaje pictórico mayormente figurativo. Sin embargo, el paisaje de la dehesa, del estuario o de las salinas se suele concentrar en la parte superior del cuadro, con un punto de vista tan alto que la tierra parece engullirse el aire; es un intento denodado, como manifiesta la propia artista, «de mirar más allá». Tres cuartos de óleo se conforman por una síntesis del color y de la luz predominantes en este paisaje; de esta manera, estas obras recurren a un lenguaje mínimo, a una reducción de carácter simbólico cuyo único enriquecimiento matérico y tonal proviene de un discreto recurso serigráfico. Y esto es así porque Moro hace predominar en estas piezas la emoción sobre la visión.

Sólo en las últimas obras de este trayecto, aquellas que hacen referencia al muelle o al faro, se produce un pronunciamiento sin disfraces de la naturaleza material que abunda en estos escenarios; el latón, junto al negro que simboliza la brea, afianza el lugar reservado para la llegada. Una llegada serena y plácida ya que, como Ernst Bloch planteaba, es el resultado de un viaje que se inició voluntariamente.

Isabel Tejeda

 

 

1. Recordemos el proyecto «Além da água» que conectó simbólicamente el Alentejo y Extremadura en 1996 y que tenía su origen -nas fragilidades sociais e politicas da frontera-
2. Kenneth Clark puso en evidencia en su libro Landscape into Art que la palabra ‘paisaje’ designa indiferentemente la realidad o su representación.
3. David de Almeida, «Nas paredes da paisagem», en catálogo de Saskia Moro, Lisboa, Galeria Ara, 1997.

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