Vemos la inmensidad, el espacio inabarcable, que contiene todo en sí; las posibilidades, las formas, igualmente, lo inalcanzable. Estamos ante el todo; pero ha de ser acotado para ser comprendido.
Necesitamos delimitar la inmensidad o al menos intentar captar la distancia en un espacio.
Y nos surge la atracción hacia ese lugar en donde se separa la tierra, el agua, el cielo. Un lugar en permanente transformación. Esa seña ancestral; el horizonte. Con su ritmo reiterado e hipnótico. La línea indefinida que al aproximarse se convierte en arena, en la tierra que pisas, en donde vives.
La línea que convoca curiosidad de conocer y que nos lleva a imaginar y a percibir también la existencia con distancia.
Los deseos se reflejan en esa extensa atmosfera de arena y agua. Bañada por esa luz que llena todo después de las tormentas y abre claros en la distancia, en el horizonte.
Saskia Moro